Como diría el “Quijote”: hay un lugar de la Mancha del que sí hay que acordarse… Ese lugar se llama Toledo. Esta ciudad, “Monumento nacional” es una auténtica joya arquitectónica e histórica. Encaramada en un alto, Toledo ha sido y es una de las más bellas ciudades de la España interior.
Su casco antiguo es, sin lugar a dudas, el mayor de España, y cuenta con más de un centenar de monumentos. Circunstancias que le han valido para ser declarada "Ciudad Patrimonio de la Humanidad" por la UNESCO. Un laberinto de calles estrechas y empinadas, dada la morfología de la ciudad, hacen que sea recomendable visitarla a pié.
Toledo aparece majestuosa, coronada por su gran Alcázar, y bordeada por el río Tajo. ¿Quién no ha oído hablar de El Greco o de Gustavo Adolfo Bécquer?, estos artistas son mundialmente conocidos y su paso por Toledo ha quedado latente en sus obras.
Una buena forma de recorrer esta ciudad es hacerlo cronológicamente, es decir, visitando los lugares de interés turístico guiados por el orden histórico de sus edificios más emblemáticos. Toledo ya destacó en su día como ciudad celtibérica. De la época romana destacan su acueducto y su Circo romano. Siguiendo el curso del tiempo, el viajero pronto descubre que Toledo fue capital del reino Visigodo, a mediados del siglo VI, momento en el cual los reyes godos instalaron su corte en la proclamada “Ciudad real”.
De aquella época destaca el Castillo de San Servando. En la época musulmana, Toledo defendió su rebeldía frente al Califato de Córdoba. Fue la capital del Norte de la España musulmana y, hoy en día, se pueden visitar la Mezquita del Cristo de la Luz del siglo X y la Vieja Puerta de la Bisagra, la única que queda de la antigua muralla árabe.
Con la Reconquista, periodo histórico en el que los cristianos recuperaron las tierras ocupadas por los musulmanes, llegó el máximo esplendor de Toledo.
En esta etapa (finales del siglo XV y principios del siglo XVI), surge la Escuela de Traductores de Toledo, de gran relevancia, y el arte mudéjar que conjuga las bases del arte cristiano medieval con elementos arquitectónicos y decorativos de estilo árabe. De este estilo, que nace en Toledo, destacan: las Iglesias del Cristo de la Vega, de San Vicente, de San Miguel, de San Román, y la Iglesia de Santo Tomé, dónde se encuentra una de las obras más significativas de El Greco: “el entierro del Conde de Orgaz”.
Las Sinagogas de Santa María la Blanca y la Sinagoga de El Tránsito con su estructura mudéjar de gran belleza y sencillez, son testigos de la convivencia pacífica entre las 3 religiones y son dos puntos de interés a no perderse.
Por último, y siguiendo la ruta por la monumental Toledo, sobresale la Catedral de estilo gótico, que alberga una importante pinacoteca en su sacristía con obras de Van Dyck, Goya y el Greco entre otros.
Con los años, Toledo no perdió esplendor sino todo lo contrario. Con la expulsión de los judíos en 1492 y el reinado de los Reyes Católicos, Toledo vivió otra etapa de gran relevancia. Ejemplos a visitar son el Monasterio de estilo gótico Isabelino, La Iglesia de San Juan de los Reyes, el antiguo Hospital de Santa Cruz con su fachada plateresca y la que fuera Casa y hoy Museo de El Greco.
Visitar Toledo es una experiencia única, un verdadero viaje por el túnel del tiempo. La historia se palpa en todos lo rincones y el viajero descubre una ciudad que tiene el honor de haber sido durante mucho tiempo la capital del Reino. En definitiva, Toledo es un lugar de la Mancha que deja huella, por algo la historia de España se escribe con T de Toledo.
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